Descubre cómo el pastoreo tradicional, una práctica ancestral en España, puede ser una solución eficaz y sostenible para prevenir los devastadores incendios forestales y revitalizar el mundo rural. Una reflexión personal sobre una tradición en declive.
El reciente y devastador incendio que asoló cerca de 10.000 hectáreas, poniendo en peligro miles de vidas, ha reabierto un debate crucial: ¿por qué estamos olvidando una de las estrategias más ancestrales y efectivas para la prevención de incendios y la protección del medio ambiente en España? Hablo del pastoreo, una práctica milenaria que va mucho más allá de alimentar ganado.
Resulta paradójico que, en un país que lucha contra la despoblación rural, no se valore el pastoreo como un incentivo fundamental para mantener vivos nuestros pueblos y fincas. Desde mi experiencia personal, viniendo de una familia ganadera de ganado ovino, me duele ver cómo esta forma de vida, esencial para el equilibrio de nuestros montes, se desvanece década tras década. La alarmante cifra de más de 1.800 ganaderos desaparecidos en el último año es un claro indicativo de esta preocupante tendencia. Hoy, mi reflexión se centra en la conexión innegable entre la proliferación de incendios forestales y el declive de una práctica tan beneficiosa para nuestro entorno: el pastoreo.
La trashumancia: un método ancestral de prevención de incendios en desuso
En medio de las noticias estivales sobre incendios y las protestas por el cambio climático, a menudo se olvida una solución natural y económica que nuestros antepasados conocían bien: la trashumancia. Esta consiste en el traslado estacional del ganado ovino y caprino a través de diferentes pastos, desde los rastrojos tras la siembra hasta las zonas de montaña y las dehesas con abundante vegetación.
Este movimiento estratégico del ganado cumplía una doble función vital. Por un lado, alimentaba a los animales de forma natural, aprovechando los recursos disponibles. Por otro lado, actuaba como un eficaz cortafuegos natural, limpiando los montes de maleza y reduciendo el combustible potencial para los incendios forestales. Un sistema rudimentario pero increíblemente efectivo que, además, resultaba mucho más económico que el despliegue de costosos dispositivos antiincendios.
Recuerdo las enseñanzas de mi padre, quien a su vez aprendió de mi abuelo cómo el pastoreo de unas pocas ovejas en las viñas del pueblo hace más de un siglo mantenía a raya la vegetación.
El pastoreo ovino y caprino: un cortafuegos natural olvidado
El pastoreo representa un sistema de control de la vegetación sostenible que, además, contribuía a mantener la población en las zonas rurales. Sin embargo, esta valiosa práctica se ha ido perdiendo. Los montes y rastrojos crecen sin control, dando la impresión de que solo se presta atención cuando las llamas los asolan, en lugar de prevenir mediante la acción del ganado.
Se ha olvidado que el mejor cortafuegos son precisamente los animales, las ovejas y las cabras, capaces de acceder a lugares donde las desbrozadoras no llegan. Y esto sin mencionar el abandono de las pistas forestales, cada vez más ocultas por la maleza.
La desaparición de los pastores es una realidad preocupante. Una profesión que tradicionalmente pasaba de padres a hijos, al igual que la agricultura, se enfrenta a un futuro incierto. La falta de apoyo y de políticas agrarias adecuadas no solo acelera la despoblación rural, sino que también debilita el tejido económico asociado a estas explotaciones.
La crisis del mundo rural y la desaparición de una tradición sostenible
Tradicionalmente, el ganado se alimentaba de los pastos naturales que los montes proporcionaban, contribuyendo a su limpieza. La falta de apoyo a esta práctica ha llevado a una mayor dependencia de la alimentación a base de piensos en granjas, con las consiguientes diferencias en la calidad de la producción.
Más acción, menos promesas: involucrarse a pie de campo
Necesitamos menos promesas vacías y más acción directa, involucrando a las personas que conocen la realidad del mundo rural y la importancia del pastoreo. No se trata de idealizar una imagen de fin de semana, sino de comprender la profunda conexión entre esta actividad y el cuidado del medio ambiente.
El oficio de pastor, a menudo ingrato y poco remunerado, requiere vocación y tradición. Si a esto se suman las trabas y los gastos, es comprensible la falta de relevo generacional.
Incendios y cambio climático: un círculo vicioso peligroso
Los incendios forestales tienen un impacto devastador en nuestro planeta. Cada incendio libera grandes cantidades de CO₂, acelerando el cambio climático, cuyas consecuencias ya estamos sufriendo en la península con sequías extremas y trombas de agua repentinas.
La inmensa vegetación sin control es un factor de riesgo primordial para la propagación de incendios, especialmente cuando hay personas con intenciones maliciosas.
Antiguamente, las actividades agrarias, como la tala controlada y el posterior pastoreo, mantenían los montes limpios y reducían el riesgo de incendios. El pastoreo, a pesar de ser un oficio duro, es una parte fundamental del cuidado y control del medio ambiente.
La falta de políticas agrarias efectivas y la indiferencia hacia el mundo rural están llevando al abandono de estas prácticas y al éxodo hacia las grandes ciudades.
¿Un futuro sin pastores en un mundo rural olvidado?
¿Quién quiere vivir en un mundo rural anclado en el pasado, sin las comodidades básicas del siglo XXI? La falta de oportunidades y de infraestructuras adecuadas dificulta el relevo generacional en el pastoreo y la agricultura.
Las familias que podrían vivir de la ganadería ovina se están extinguiendo ante la falta de apoyo. Las políticas rurales deben diseñarse desde el conocimiento profundo de la realidad del campo, abordando las raíces del problema para encontrar soluciones efectivas.
Con unos pastos controlados y el constante movimiento del ganado, tenemos el mejor cortafuegos natural y una vía para proteger nuestro planeta.
Conclusiones: recuperando sabiduría ancestral para un futuro sostenible
Debemos dejar de buscar culpables y asumir la responsabilidad de implementar acciones sostenibles que beneficien a todos. Es necesario un consenso para revitalizar prácticas como el pastoreo.
Recuerdo con claridad cómo mi padre recorría kilómetros con su rebaño, practicando la trashumancia, una forma de trabajo sostenible que hoy parece una reliquia del pasado. También recuerdo cómo el ganado limpiaba los montes de maleza durante el invierno, reduciendo drásticamente el riesgo de incendios.
Resulta sorprendente que ahora se "enseñe" la trashumancia en las universidades. ¿Realmente necesitamos un título para comprender el valor de una práctica tan intrínseca a nuestro territorio? Lo importante es recuperar esta sabiduría ancestral y darle la importancia que siempre ha tenido para el control del medio ambiente.
Sobran los discursos vacíos y necesitamos acciones concretas. Desde mi humilde rincón, comparto estas reflexiones personales, nacidas de la impotencia al ver cómo perdemos herramientas tan valiosas para proteger nuestro entorno. Este artículo es también un pequeño homenaje a mi padre y a una época en la que el pastoreo era una forma de vida esencial y sostenible. Una experiencia que no se aprende en los libros, sino viviéndola.
Aunque ahora sea medio urbanita, no olvido mis raíces y la sabiduría que el campo me enseñó.
Nota: Las imágenes son rescatadas del álbum familiar.
EDITO:
El silencio sigue siendo la realidad inmutable porque no tienen ni idea cómo 'agarrar el toro por los cuernos'
Resalto aún más esta frase: “Resulta paradójico que, en un país que lucha contra la despoblación rural, no se valore el pastoreo como un incentivo fundamental para mantener vivos nuestros pueblos y fincas”.
* Porque mi reflexión de aquel momento sobre la conexión innegable entre la proliferación de incendios forestales y el declive del pastoreo resuena con una amarga actualidad.
* Porque la mirada sigue siendo indiferente ante la ignorancia, en el olvido de quienes deberían velar por nuestro patrimonio natural y cultural.
* Porque todo ello contrasta con la aparente ignorancia de muchos de nuestros políticos quienes parecen legislar sobre el mundo rural desde despachos urbanos, sin comprender la realidad del campo ni la valiosa función del pastoreo.
* Porque muchas promesas a lo largo de estos años siguen cayendo en saco roto ante la indiferencia de quienes tienen que poner medidas. La frustración crece al ver cómo la ignorancia sobre el terreno impide la implementación de soluciones evidentes.
Y finalizo esta nota actualizada e insisto, aunque ahora sea medio urbanita, no olvido mis raíces durante mi crecimiento y la sabiduría que el campo me enseñó, algo que no aprendes en las universidades. Sigo viendo la persistente sensación de que nada ha cambiado, de que la ignorancia de quienes legislan sigue siendo un obstáculo, una sombra que acompaña estas palabras.
Lo peor de todo es que ya no hay remedio por muchas promesas que vendan unos y otros. El pastoreo, la despoblación rural es un camino sin retorno. Todo paja, paja como la que usaba mi padre para cama de las ovejas en las tenadas. Pues eso, al final quedaba en puro estiércol, aunque aquel servía como abono, ahora solo sirve para abonar disputas vacías entre unos y otros.
Un verdadero circo.
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