La cultura de cancelación en estos tiempos digitales es, sin duda, uno de los fenómenos sociales más complicados y polémicos que se viven en ciertas partes del mundo, y Corea del Sur no es la excepción.
En industrias como el K-pop, los K-dramas o el mundo influencer, se puede pasar de ser amado y aclamado por millones… a ver cómo tu carrera se derrumba en cuestión de horas por un comentario, una actitud, una polémica pública o incluso algo del pasado que ni siquiera se ha confirmado si es cierto.
Como decimos por aquí, allí primero “te matan” y después preguntan. No importa el daño que sufra la persona cancelada ni la reputación destruida por rumores o pruebas sin verificar. Las consecuencias pueden ser brutales: pérdida de contratos, reputación hecha trizas, ataques masivos y, en los peores casos, hasta suicidios. Lo más duro es que, después de todo eso, nadie se hace responsable. Todo sigue como si nada, aun demostrando con el tiempo que las acusaciones o polémica era mentira.
Al igual que en otros países, Corea del Sur le da un valor enorme a la imagen y la reputación. Dentro del universo de la ola coreana (la famosa Hallyu), este fenómeno cobra una intensidad particular. Las estrellas y figuras públicas están bajo la lupa constante de sus fans, quienes exigen perfección casi las 24 horas del día.
Y lo peor de todo: esa misma gente que los idolatra puede darles la espalda con la misma rapidez si aparece una controversia, ya sea cierta o falsa. Se desata una avalancha de boicots, críticas y cancelaciones que dejan poco espacio para la explicación o el perdón. Esa relación amor-odio con el fandom puede ser tan poderosa como peligrosa.
¿Qué hay detrás de esta tendencia en Corea del Sur y qué consecuencias tiene para su sociedad?
Para empezar, Corea del Sur es uno de los países con mayor uso de internet y redes sociales del mundo. Y cuando decimos “uso”, hablamos de estar hiperconectados las 24/7. Entre plataformas como Twitter, YouTube, Instagram y sus comunidades locales tipo Naver o Daum, todo se mueve rapidísimo. Es el escenario perfecto para que se monten “juicios públicos exprés”, donde en minutos ya hay millares opinando, condenando bajo el anonimato de la red … Y tan siquiera dejan espacio a la duda porque más bien sentencian sin hacer prisioneros.
Allí, los valores sociales pesan mucho: la armonía del grupo, la imagen pública, el comportamiento ejemplar... todo eso es su gran pilar. Así que cuando alguien se sale un poco del guion, aunque sea por algo interpretado como inmoral o “mal visto”, la respuesta de la sociedad puede ser brutal. Y ojo, no hablamos de un juzgado, sino de una especie de tribunal social en redes, donde lo que importa no siempre es la verdad, sino cómo se percibe.
Solo hace falta mirar algunos casos recientes. Ídolos del K-pop, actores y actrices e incluso gente relacionada con las finanzas o que tengan un perfil público han sido cancelados por cosas tan variadas como haber hecho bullying en el colegio, escribir algo polémico en redes hace años, o actuar de forma poco ética. Las empresas cortan lazos casi de inmediato, los proyectos se cancelan y el público reacciona en masa… sin dar tiempo a que la persona se defienda o se conozca bien el contexto.
Y ahí está el gran debate: ¿la cultura de cancelación está realmente sirviendo para hacer justicia? ¿O simplemente alimenta una especie de linchamiento digital? Es cierto que, por un lado, sí que ha ayudado a visibilizar comportamientos que antes se escondían. Pero por el otro, también hemos visto cómo falsas acusaciones o cosas sacadas de contexto pueden destruirle la vida a alguien.
Impacto y consecuencias
No se puede negar que la cultura de cancelación puede servir como una forma de hacer que los personajes públicos rinda cuentas cuando comete errores graves y si hablamos de infracciones o delitos, solo la justicia está capacitada para sentenciar. Pero ojo, también tiene un lado muy peligroso a tener en cuenta, sobre todo si son acusaciones infundadas porque cárcel o sentencia judicial no tendrán, pero estarán encerrados en vida porque del juicio mediático o cibernético no se recuperan en años o incluso nunca.
Aquí te dejo algunas de las consecuencias más fuertes que se están viendo:
💔 Daño a la salud mental
Pasar por un juicio público despiadado, con cámaras y redes encima todo el tiempo, puede dejar secuelas muy serias. No solo es un golpe económico; hablamos de ansiedad, depresión e incluso intentos de suicidio. Y en una sociedad como la coreana, donde la salud mental todavía es un tema del que casi no se habla, estas personas muchas veces no reciben ni apoyo ni empatía. Quedan completamente solas y no han sido poco las personas públicas que han terminado por suicidarse.
💼 Pérdida de oportunidades laborales
En cuanto estalla una polémica, muchas empresas, productores e incluso compañeros del medio prefieren tomar distancia. Nadie quiere verse involucrado en un escándalo. Simplemente, hacen cambios drásticos: cancelan contratos, dejan de seguirlos en redes y se esfuman millares de seguidores, así como oportunidades ante la pérdida de reputación. Vamos, que ponen pies en polvorosa y como si esa persona no hubiera existido para ellos, no sea que les vaya a salpicar el ataque como ha pasado en alguna ocasión.
🤐 Menos libertad para expresarse
El miedo a ser “cancelado” está haciendo que mucha gente deje de decir lo que piensa. Se lo piensan dos, tres, diez veces antes de hablar, por si acaso alguien malinterpreta sus palabras y ya está el lío mundial en las redes sociales. Es como si todos tuvieran que seguir un guion para evitar meterse en problemas, incluso cuando lo que quieren decir es algo completamente válido. No está permitido descorcharse ni ser ellos mismos/as. Se diría que viven una vida encorsetada.
👫 Una vida privada coaccionada
Se dice que muchos ídolos no pueden tener pareja porque así está escrito en sus contratos. Aseguran que es para que no se distraigan de sus responsabilidades profesionales, aunque la realidad es bien distinta: la presión de los fans y el escrutinio público también juegan un papel importante de cara a hacer pública una relación. Cuando se descubre que un ídolo tiene pareja, las reacciones pueden ser extremas, desde apoyo, si le gusta la persona hasta las críticas más severas, lo que a menudo lleva a que las relaciones se mantengan en secreto o tengan que cortar toda relación haciéndola pública e incluso pidiendo disculpas precisamente por miedo a las repercusiones que puedan tener y les lleve al abismo de la cultura de la cancelación.
Consecuencias locales y repercusiones globales
Lo que pasa en Corea del Sur con la cultura de cancelación no es simplemente una copia de lo que ocurre en otros países, como en Estados Unidos, que también ha tenido casos sobre todo de acusar y después tener que retractarse tras los juicios reales y no mediáticos, como pasó con Johnny Depp.
No. Este fenómeno refleja cosas mucho más profundas: cómo está estructurada su sociedad, los valores que tienen bien marcados y la forma tan particular que tienen de comunicarse como comunidad.
Claro que puede ser una herramienta útil para exigir responsabilidad cuando alguien se pasa de la raya. Pero también deja en el aire preguntas muy serias: ¿Dónde está el límite entre justicia y linchamiento? ¿Hasta qué punto se puede dañar a alguien antes de saber si realmente hizo algo malo? ¿Qué pasa con la salud mental de los involucrados?
También es importante decir que Corea es una sociedad superconectada, donde todos están al tanto de todo, y donde la responsabilidad colectiva está muy arraigada. Pero justo por eso, cuando llega una acusación, muchas veces se pierde el contexto. No hay espacio para los matices, y las consecuencias pueden ser desproporcionadas porque una vez se empieza con el ciberacoso es difícil ponerle fin.
Este tema también ha dado mucho que hablar a nivel internacional ahora que todo está más globalizado y la ola coreana está prácticamente en cualquier rincón del mundo. Hay quienes ven a Corea como una sociedad muy estricta, con reglas sociales durísimas. Y eso nos hace pensar en cómo cada país tiene sus propias normas culturales, y cómo esas diferencias pueden cambiar totalmente la manera en que juzgamos lo que hace una figura pública. Porque no en todos los países es así o al menos, no se le da la importancia necesaria hasta que realmente hay una imputación, si es que la hay.
Desafíos finales
Lo que vemos con la cultura de cancelación en Corea del Sur es un panorama donde la rapidez y la intensidad con la que reaccionan las redes sociales pueden llegar a ser demoledora. Lo que empezó como una forma de exigir responsabilidad a figuras públicas, se ha convertido muchas veces en una especie de arma de doble filo.
Entonces, la gran pregunta es: ¿Cómo se puede encontrar el equilibrio? ¿Cómo hacemos para que haya consecuencias justas cuando alguien cruza la línea, pero sin cerrar la puerta al diálogo, la explicación o incluso la redención y la comprobación si son infundadas las acusaciones?
En una sociedad como la coreana, donde la tradición, la imagen pública y la tecnología están tan entrelazadas, es vital darse cuenta de que castigar en masa puede acabar afectando la libertad individual. Y peor aún: puede empobrecer la diversidad artística y cultural que tanto valor tienen.
El mundo está mirando, y Corea tiene ahora la oportunidad de liderar un cambio, un debate global sobre cómo abordar estos temas de forma más humana, más empática y, sobre todo, menos destructiva para la persona afectada y la sociedad en general. La cultura se fomenta con más empática y menos reactiva, promoviendo el pensamiento crítico, la verificación de hechos y el diálogo.
Aun así, mientras las redes digitales sigan teniendo el poder, es probable que la cultura de cancelación siga siendo una herramienta poderosa y cada vez más polemizada, difícil de acotar.
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