Generación X: los invisibles que también han sufrido y sufren desde 2008




La crisis financiera de 2008 fue un terremoto global. Se habló de bancos, hipotecas, rescates y mercados. Pero poco se dijo de quienes estaban justo en medio: la generación X. Ni jóvenes con flexibilidad para reinventarse, ni mayores con pensiones aseguradas. Muchos estaban construyendo su vida cuando todo se vino abajo. Y aún hoy, muchos no han conseguido enderezarla.


En el peor momento

La mayoría de los X tenía entre 30 y 45 años en 2008. Estaban en plena madurez laboral, criando hijos, pagando hipotecas, intentando consolidar su futuro. Y de repente:

  • Despidos masivos.

  • Contratos congelados.

  • Ahorros evaporados.

  • Proyectos truncados.

Muchos habían comprado vivienda justo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria. Otros estaban emprendiendo, confiando en que el esfuerzo traería estabilidad. Pero la realidad fue otra: paro, recortes, incertidumbre. Y lo peor es que no había margen para volver a empezar.


Sin tiempo para reinventarse

A diferencia de los millennials, que aún tenían margen para adaptarse, muchos X se vieron atrapados en un limbo: demasiado mayores para empezar de cero, demasiado jóvenes para retirarse. Algunos aceptaron trabajos precarios. Otros se reinventaron como pudieron. Pero muchos siguen hoy encadenando empleos inestables, sin reconocimiento ni seguridad.

Y no solo fue laboral. La crisis también afectó a su salud mental, a sus relaciones, a su autoestima. Pero como buenos hijos de los 70 y 80, aprendieron a callar, a tirar para adelante, a no molestar.


El coste emocional y social

La frustración de haber hecho “lo correcto” y no haber recibido lo justo pesa. Muchos X viven con sensación de estancamiento, de haber perdido el tren. Y aun así, no se quejan. No viralizan su dolor. No piden atención. Pero eso no significa que no la merezcan.

  • ¿Cuántos siguen pagando deudas de hace 15 años?

  • ¿Cuántos viven con miedo al futuro, sin pensión garantizada?

  • ¿Cuántos han tenido que ayudar a sus hijos sin apenas poder ayudarse a sí mismos?

La resiliencia no siempre es virtud. A veces es supervivencia.


Invisibles en el relato generacional

En el discurso público se habla de los jóvenes frustrados y de los boomers privilegiados. Pero ¿y los X qué?

  • No tienen pensión asegurada.

  • No tienen ayudas específicas.

  • No tienen voz en el debate generacional.

Y, sin embargo, siguen adelante. Sostienen a sus padres mayores, a sus hijos adolescentes, a sus empresas. Sin que nadie les aplauda.


¿Y ahora qué?

La Generación X no pide protagonismo. Pero sí merece reconocimiento. Porque mientras otros debaten en redes, ellos siguen haciendo que las cosas funcionen. No por conformismo, sino por responsabilidad. Por ese valor aprendido en silencio: cumplir, aunque nadie lo vea.


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