El arte de encontrar tu equilibrio
A veces la vida nos sitúa entre la estabilidad y nuestros sueños. Durante años, he aprendido a caminar por esa cuerda floja, buscando el equilibrio entre un trabajo que me ofrece estabilidad y una pasión que alimenta mi alma. No ha sido un proceso rápido ni sencillo: ha estado lleno de episodios, aprendizajes y búsquedas constantes de respuestas. Hoy quiero abrir la puerta a compartir mi historia, no como un relato acabado, sino como un viaje que sigue en curso. Con cada artículo, iré revelando las experiencias, los retos y las lecciones que me han ayudado a enfrentar a mis fantasmas y a encontrar la paz en lo que realmente amo hacer.
El peso del trabajo fijo: estabilidad como base, no como destino
Durante años, hubo momentos en los que sentí que estaba atrapada en una rutina sin salida. Mi trabajo fijo, aunque me proporcionaba estabilidad económica, no parecía ofrecerme mucho más. Hubo días en los que casi acepté que así sería mi vida: una sucesión de días iguales, sin más aliciente que cumplir con mis responsabilidades. Estuve al borde de tirar la toalla mil veces, de conformarme y abandonar mis aspiraciones, pero siempre había algo dentro de mí que me hacía luchar contra esa idea.
Era una voz interior, pequeña pero persistente, que me susurraba que había algo más allá de la rutina, que no debía rendirme porque aún había tiempo para construir una vida que realmente me llenara. Esa voz me llevó a buscar maneras de reconciliarme con mi trabajo, no como un destino final, sino como una herramienta que me permitía seguir avanzando hacia mis sueños. Cada vez que los fantasmas me decían que no podía o que ya era tarde, esa cabezonería que formaba parte de mí respondía con un firme 'sí puedo'. Y así, aunque a veces sintiera que caminaba en círculos, encontré en ese trabajo una base desde la cual seguir persiguiendo lo que realmente amo hacer.
La chispa que te impulsa: Pasión por aprender y crecer
Desde niña, siempre sintió una curiosidad insaciable por el mundo. Escribir relatos, plasmar mis pensamientos en un diario de a bordo o incluso dejar que las ideas fluyeran sin un orden claro eran mi manera de dar forma a lo que sentía y pensaba. Esas primeras letras eran reflejo de una chispa interior que me llenaba de vida.
Sin embargo, con los años, la vorágine de la vida me arrastró y me vi inmersa en rutinas y responsabilidades que poco a poco relegaron esos sueños al rincón del olvido. La vida pedía paso, y yo debía escuchar esa vocecilla que me conectaba con mi esencia. Fue necesario tocar fondo, caer en picado por circunstancias que ya contaré en otros capítulos, para que esa chispa volviera a encenderse. En medio de ese caos, resurgió la voz interior que me recordaba quién soy y lo que siempre me había hecho feliz: escribir, crear, aprender.
Volví a escribir. Volví a ser creativa, a plasmar ideas en un papel, a encontrar en las palabras el camino de regreso a mí misma. Es curioso cómo, desde pequeños, todos sabemos cuáles son nuestras cualidades y pasiones, aunque la vida a veces nos desvíe de ellas. Reconectar con esas habilidades no solo me permitió encontrar satisfacción personal, sino también abrirme a otros proyectos donde podía ayudar a quienes me rodeaban. Porque si algo también descubrí en este camino, es que hacer el bien y aportar mi granito de arena es otra de las facetas que más me define. Es mi manera de estar presente, de sentir que lo que hago tiene un propósito más allá de mí misma.
Los fantasmas y el coraje: romper cadenas internas
"No puedo. Ya es tarde. ¿Qué sentido tiene intentarlo?" Estas frases fueron mis fantasmas durante mucho tiempo. Esas voces internas, alentadas por un ego que insistía en recordarme que ya tenía una vida "más o menos resuelta, que me permitía simplemente vivir", intentaban convencerme de que debía conformarme y abandonar mis sueños. Por momentos, casi les creí.
Sin embargo, algo en mi interior siempre se resistió a rendirse. Había una voz, un coraje testarudo, que decía: "Sí puedes". Pero el proceso de hacerle frente a esos fantasmas no fue ni es fácil. Las frases motivadoras se convirtieron en herramientas clave para mantenerme enfocada, pero no fueron un remedio milagroso. Este camino ha requerido un esfuerzo mental constante, días de frustración en los que sentí que tiraba la toalla y otros en los que encontré la fuerza para volver a intentarlo. Es una montaña rusa de emociones, en la que cada caída me enseñaba algo nuevo y cada subida reforzaba mi determinación.
Descubrí que la clave no estaba en eliminar completamente las voces negativas, sino en aprender a convivir con ellas y a no dejar que dictaran mi vida. Poco a poco, el 'sí puedo' empezó a ganar espacio, y con él, una confianza renovada en mi capacidad para construir una vida más allá de las expectativas y rutinas. Mi coraje, reforzado por herramientas como el poder de las palabras positivas y el acto de silenciar un ego que decía que ya debía conformarme, siempre encontró el camino, incluso cuando yo misma dudaba de verlo. Este proceso, aunque desafiante, me ha demostrado que el crecimiento personal es un viaje continuo y que cada esfuerzo, por pequeño que sea, suma en esa lucha.
Un camino que apenas comienza
Este es solo el principio de un viaje que sigue evolucionando. Mi historia no está escrita en piedra, sino en experiencias, retos y pequeños triunfos que continúan moldeándome cada día. A todos los que leáis estas líneas, os invito a reflexionar sobre vuestro propio camino, a conectar con esa voz interior que os impulsa a seguir soñando, y a recordar que, aunque el proceso no sea fácil, siempre hay algo más allá de los fantasmas.
Este espacio será una ventana abierta para compartir mis aprendizajes y, quizás, para acompañaros en los vuestros. Porque no importa cuantas veces dudemos de nosotros mismos, lo importante es volver a intentarlo y seguir adelante.
¡Os espero en los próximos capítulos de esta historia que vamos a escribir juntos!
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