El coronavirus, las compras online y el hundimiento del pequeño comercio

 


No solo el coronavirus nos ha modificado nuestro modo de vida, también ha revolucionado nuestros hábitos a la hora de comprar. Si en los últimos años el lento y progresivo aumento de las ventas online ya comenzaba a hacer pupa a los pequeños comercios y autónomos, la pandemia ha terminado de darle la estocada final.

En 2018 fue un año complicado para las ventas de los autónomos o el pequeño comercio. Hubo menos de 8.000 emprendedores en comparación con el año anterior. Se vislumbraba en el horizonte los cambios a la hora de comprar. El 2019 no mejoró y el 2020 con el covid-19 fue un campo desolador y el remate final para los agónicos pequeños negocios.


La venta online tenía cada vez más peso. Lo cual significaba que, o te ponías las pilas, es decir, ibas al mismo compás en cuanto a formación y modernización en las ventas digitales o ibas condenado al fracaso porque la ciudadanía cada vez más hacía uso de las herramientas online para su consumo.

También los llamados comercios de proximidad o tiendas de barrio comenzaban a echar el cierre porque no podían competir con las grandes superficies. Los pequeños comerciantes no podían hacerles frente y la ciudadanía llenaba los centros comerciales donde podían encontrar prácticamente de todo sin necesidad de moverse mucho.

¿Quién tiene la culpa?

En los últimos años, el pequeño comercio no ha podido competir con el auge de las grandes superficies. Si bien los comerciantes han pedido medidas para poder competir, la realidad es que quien no se ha adaptado a las nuevas medidas que exige el consumidor no ha podido sobrevivir. Horarios ilimitados, apertura de festivos, una gran campaña de marketing, grandes ofertas y días especiales para el consumidor como el ‘Black Friday’ han forzado la máquina para el resto del comercio.

No me atrevería a decir que la culpa sea solo del comerciante o pymes que quiere sobrevivir y se resigna a cerrar su negocio de barrio e intenta subirse al carro junto a las grandes superficies y las compras online modernizándose digitalmente para poder competir a través del comercio electrónico.

Quizás un poco de culpa lo tengamos los consumidores que nos hemos metido de lleno en la oferta y la demanda, la comodidad, el comprar a cualquier hora y el adquirir todo tipo de productos a golpe de clic sin moverte de casa. El llamado e-commerce llegó hace mucho tiempo para quedarse.

Esa es la verdadera realidad palpable de lo que está pasando

Por tanto, el coronavirus no ha hecho más que terminar de rematar a esos pequeños comercios que intentaban sobrevivir en un mundo donde los centros comerciales entraron en nuestras vidas para comodidad nuestra. Y a lo largo de estos últimos tiempos se han visto forzados a subirse a los nuevos hábitos de compra si han querido sobrevivir. Porque era cuestión de resistir o echar el cierre. 

Había excepciones como las tiendas de souvenirs, incluidas dentro del auge del turismo en nuestro país. Pero llegó la pandemia y han sido azotadas y las han dejado fuera de juego, ya que, si no hay turismo, no hay ventas, ni tan siquiera por internet.

Tras tantos meses peleando con el coronavirus, ahora se abre, ahora se cierra. El comercio online está haciendo su agosto. Por mucho que se pueda leer por ahí que las personas están incentivando al comercio local o de cercanía, la realidad es que muy pocos se libran de la tela de araña que supone la comodidad de comprar online sin tener que salir de casa y correr el peligro de contagiarte.

Claro que también es el momento ideal para que todos aquellos negocios que no confiaron nunca en ello aprovechen el covid-19 para adaptarlos como un canal alternativo de ventas. Porque el consumidor cada vez se ve más necesitado e incitado, derivado por las circunstancias, puesto que miran la seguridad y comodidad que les supone comprar por internet, a comprar desde la tablet o el PC. 

El coronavirus ha propiciado un adelanto exponencial del comercio electrónico. Hasta el punto que durante el confinamiento fueron muchas las páginas digitales que sufrieron tan avalancha de compras que se llegaron a colapsar por no estar preparadas para el enorme aluvión de transacciones electrónicas.

Lo cual ha significado que un hábito de consumo que se estimaba iba subiendo gradualmente terminó por desbordarse teniendo que adaptar su estructura digital a las nuevas demandas del consumidor.


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