¿Quién dijo que el virus ha desaparecido? Aprender a convivir con el



Apenas llevamos una semana desde que se levantó el estado de alarma y parece como si el virus hubiera desaparecido tras 98 días difíciles y con uno de los confinamientos más estrictos del mundo.

Estrictos porque aquí ni tan siquiera se nos permitió salir a pasear o a correr como en la mayoría de los países de Europa. Y fue un verdadero reto cumplir con el estado de alarma. Solo así conseguimos doblegar la curva y contener el virus.

Con la llamada nueva normalidad estamos reiniciando el país tras una desescalada que nos permitió ir tomando conciencia de los nuevos hábitos que nos acompañarán durante mucho tiempo, tanto como lo que se tarde en tener una vacuna que nos libre del covid-19. 

Hemos conseguido que los hospitales y las UCIS estén despejadas y los médicos y personal sanitario se tome un respiro. Ese era, principalmente, la primera misión cuando nos confinaron después de que el sistema de salud se colapsase, Un colapso que llegó porque no estaban preparados para la magnitud de la pandemia. 

Nuestra sanidad ha quedado evidenciada y ha puesto al descubierto toda las carencias y falta de medios así como de personal. Nada nuevo que no supiéramos y que no se llevara años reivindicando. Los recortes nos han pasado factura.

Las nuevas medidas o cumplir las normas dictaminadas serán el principal muro para frenar el virus. El uso obligatorio de mascarillas cuando no puedas guardar la distancia personal y en espacios cerrados será nuestro seguro de salud y nuestro nuevo complemento. 

Seguir con las estrictas medidas de higiene como el lavado de manos es uno de los principales hábitos que hemos aprendido durante los días de confinamiento y tendremos que seguir aplicando. Y por supuesto debemos evitar a toda costa las reuniones multitudinarias.

La pregunta es ¿estamos concienciados?


Sí y no, es decir, la población está muy dividida en cuanto a cumplir normas y concienciarse de que el virus sigue estando ahí y no podemos bajar la guardia para evitar rebrotes y una segunda oleada que nos lleve de nuevo al confinamiento. Situación que significaría un nuevo colapso a grandes niveles tanto sanitarios como económicos

Todos los días vemos casos de imprudencias e irresponsabilidades que nos hace pensar que la humanidad no ha aprendido nada durante estos últimos tres meses. Por el momento estamos teniendo rebrotes en distintos puntos de la península,  rebrotes, dicen, están controlados. 

Los contagios diarios son una constante y los test realizados nos indican que hay mucha población asintomática que va propagando el virus sin apenas despeinarse.

Tenemos que aprender a vivir con el virus, pero ¿cómo?


Estamos constantemente escuchando que tenemos que aprender a vivir con el covid-19 porque este llegó para quedarse durante mucho tiempo. 

La comunidad científica está dividida en cuanto a la actuación del mismo. Durante estos meses de estudio se sabe mucho más de él, al menos, de la capacidad que tiene de contagiarse y multiplicarse como los panes y los peces. Y sobre todo de su gran virulencia.

A este virus le encanta los espacios cerrados y las grandes reuniones. De ahí en esta nueva normalidad los aforos no deben estar al cien por cien y los eventos multitudinarios se han suspendido hasta nuevo aviso. Sabemos que se contagia con esas partículas que soltamos cuando hablamos, de ahí el uso de la mascarilla cuando no podamos guardar la distancia personal.

Diariamente vemos playas que tienen que ser desalojadas porque han superado el aforo permitido, terrazas llenas sin guardar las distancias y reuniones de jóvenes en descampados sin ningún tipo de protección. 

Irresponsabilidades que nos hace pensar que puede haber un sector que no está concienciado del peligro que supone no guardar ni cumplir las normas y sobre todo, de las personas que se pueden contagiar por su irresponsabilidad.

Necesitamos el turismo para sobrevivir


El país se ha tenido que ir reiniciando poco a poco porque la economía así nos lo pedía. Es difícil conciliar salud y economía cuando el país depende, en parte, del turismo para sobrevivir. Somos, junto a Italia, el país que más necesita de la temporada de verano para conseguir salvar los muebles. 

Vivimos del turismo internacional y de ahí nuestra caía sea muy pronunciada después de estar tres meses con el sector paralizado.

No nos queda otra que intentar convivir junto con el virus y abrir las fronteras para que los turistas internacionales vengan a dejarse los euros. Es un riesgo que tenemos que asumir. Se ha decidido abrir en vez de contener y erradicarlo porque no nos lo podemos permitir.

Somos el bar para Europa y a pesar de que la población está dividida y no está de acuerdo con abrir fronteras ni aeropuertos, la cruda realidad es que España tal y como la conocemos económicamente no le queda otra que aceptar su cruda realidad. 

Tenemos que cambiar el modelo económico de nuestro país y no depender del turismo para sobrevivir. Porque viene una pandemia como esta y nos deja en la banca rota o nos obliga a abrir fronteras y chiringuitos varios para salvar los muebles.

La gran duda o miedo está en si sabremos contener los brotes de tantos miles y miles de personas que se mueven por toda la geografía española y no son precisamente responsables.



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